En un apartado sótano en la ciudad de Shanghái, un caníbal chino lleva varios días tratando de comerse a su víctima con los palillos. Totalmente atada de brazos y piernas, la víctima espera aterrada a que su agresor consiga pinzar bien su carne y acabar con su sufrimiento.
Por mucha destreza con los palillos que muestra el caníbal, el cuerpo de la persona que se quiere comer se resiste a llegar hasta su boca en una danza interminable. “Yo ya le he pedido que coja un cuchillo”, se sincera el agredido, cada vez más cansado de esta situación. “Cuando te secuestran y ves que es un loco caníbal, lo que esperas es que la cosa acabe rápido, no verte metido en esta especie de nueva versión de la gota china”, protesta.
El caníbal ha colocado el cuerpo de su víctima encima de una gran montaña de arroz y lleva horas y horas tratando de llevárselo a la boca sin éxito. “Me ha entrado salsa de soja en los ojos”, se queja amargamente el secuestrado. “Ha apoyado la salsa picante Chiu Chow en mis genitales y el escozor es insoportable”, añade mientras se sacude. “Me he cagado del miedo y ahora el arroz que tengo debajo es de todo menos tres delicias”, concluye.
No es la primera vez que la víctima se encuentra en una situación parecida: en 2011, un caníbal indio estuvo días intentando comérselo con las manos, pero acabó soltándolo al ver que era imposible.