El hombre de Neandertal vivía acomplejado por su condición poco evolucionada y caminaba con la cabeza gacha, avergonzado y sin atreverse a mirar a los demás a los ojos. Lo confirma un estudio publicado esta semana en la revista «Cambridge Archaeological Journal», que señala además que la ausencia de mentón y las extremidades cortas eran las mayores fuentes de inseguridad de los neandertales, pues según ellos les daban «aspecto de paleto».
«Comían siempre a oscuras porque les daba vergüenza hacerlo con las manos, como animales, y lamentaban no disponer aún de otro sistema más digno», explica la antropóloga austriaca Maria Teschler-Nicola. La falta de autoestima muchas veces les llevaba a «dejarse comer por los osos» e incluso por otros congéneres, como muestran varias evidencias de canibalismo en El Sidrón (España), en Krapina (Croacia) y en la cueva de Guattari (Italia).
«Eran bajitos, rechonchos, con escaso vocabulario y ademanes simiescos, pero ya suficientemente listos como para percibir sus propias limitaciones», explica Teschler-Nicola. «Y este es el gran drama: ser capaz de señalar los propios defectos y al mismo tiempo demasiado tonto para hacerles frente», añade.
Algunos restos con lesiones en la zona frontal del cráneo parecen indicar que muchos de estos homínidos se golpeaban en la frente con el garrote exclamando «¡Tonto, tonto, más que tonto!». Se sospecha asimismo que la palabra «neandertal» ya entonces se consideraba un insulto.
Aunque se desconocen las causas exactas de su extinción, este nuevo estudio sugiere que los neandertales perdieron las ganas de vivir, pues nunca se sintieron dignos de habitar el planeta.
