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  INGREDIENTES  
5 kilos de pierna de cerdo
6 dientes de ajo
1 cebolla mediana
2 tazas de sidra dividida en dos tazas diferentes
1/2 taza de almendras peladas
15 ciruelas pasa sin hueso y en trozos
2 cucharadas de manteca
800 gramos de piña en porciones
6500 minutos
Altas dosis de paciencia
Vivir en el hemisferio norte de La Tierra

  PASOS  

Muerde el hueso para sujetar bien la pierna de cerdo y acciona el agua del grifo sirviéndote de tus pies. Lo mejor es colocar la espalda contra la pared y utilizar ese punto de apoyo para levantar la pierna que prefieras sin que se te caiga la pierna del cerdo de la boca. Una vez con el grifo echando agua, coloca la cabeza debajo. Gracias a tu calvicie, notarás que el agua resbala por tu cabeza y baja directamente a la pierna. Aguanta todo lo que puedas sin dejar de morder el hueso hasta que notes que el trozo de carne está bien lavado.

Escupe la pierna directamente a un recipiente y arrástralo con la cabeza hasta una ventana, el sol se encargará de secarla. Apaga el grifo del fregadero con un golpe seco con el talón.

Cuando hayan pasado unas horas y la pierna esté bien seca, coge un tenedor.
Muerde la manija del cajón, tira hacia ti y, cuando se abra, usa tu lengua para elevar uno de los tenedores lo justo para poder amarrarlo con la boca.

Asume que puedes hacerlo.

Repite: “Yo puedo hacer cualquier cosa”.

Recuerda siempre separar cuchillos y tenedores, pues al no tener manos, si te quedas sin lengua no podrás comunicarte con nadie a no ser que pulses las letras del teclado del ordenador con la nariz, lo que te aseguro que resulta realmente agotador.

Una vez tengas el tenedor bien agarrado con los dientes… Ah, mierda, había que coger el tenedor grande, no uno de los pequeños. Bueno mira, da igual, en lugar de golpear un par de veces en la pierna, golpea muchas veces y haz mucha fuerza con el cuello. Así la carne quedará bien agujereada.

Licúa el ajo, la cebolla, la sal, la pimienta y una taza de sidra hasta lograr una mezcla homogénea.

No pidas ayuda.

Uff, a ver, la licuadora es un peligro, esas cosas parecen diseñadas expresamente para destrozar los brazos de los cocineros, yo no me vuelvo a acercar a una en la vida. Lo mejor es ir metiéndose los ingredientes en la boca y licuarlos tú mismo gracias a la saliva y a la sidra; la saliva siempre estará, no es como las extremidades, que un día están y al siguiente ya no.

No necesitas a nadie más.

Cuando hayas escupido todas las mezclas de ingredientes de tu boca sobre la pierna asegurándote de bañarla completamente, es el momento de coger la tapa ayudándote del hombro y de la zona de la oreja para colocarla encima del recipiente. En menos de una hora lo habrás conseguido.

¿Quién necesita pagar a un pinche cuando tú solo puedes hacer todo lo que te propongas?

Ahora tocaría guardar el recipiente, que con la carne dentro pesa unos siete kilos, en la nevera. Por suerte, al ser una receta navideña, quiere decir que estamos en invierno, así que abre las ventanas y espera a que tu casa alcance temperaturas bajo cero.

Precalienta el horno a 200°C, aprovecha que tu nariz está totalmente congelada para mover fácilmente las rueditas.

Vale, aquí vendría lo de retirar la pierna del refrigerador y colocarla dentro de una fuente de horno, pero esto no lo vamos a hacer porque, en primer lugar, no la hemos metido en la nevera, y en segundo lugar porque eso pesa muchísimo.

No hay nada imposible para ti.

Abre la puerta del horno con los dientes y déjala abierta, cierra la puerta de la cocina y espera varios días a que la temperatura de tu cocina alcance los 200°C, para eso tendrás que poner el horno a 280°C.

Reserva la marinada mientras el horno va haciendo su trabajo y mecha la pierna con las almendras y las pasas. Luego inyéctala con la sidra restante o escúpela directamente, que nadie notará la diferencia.

Puedes seguir con la receta o puedes escalar una montaña. Puedes hacer lo que te propongas.

Hay quien te diría de untar toda la pierna con la manteca, colocando las rodajas de piña encima, pero no te líes, ya has hecho suficiente y el plato queda rico igual.

Vete de la cocina y no entres en varios días para facilitar que la temperatura suba y se vaya haciendo la carne.

Arrodíllate en el suelo y grita levantando los “brazos” al aire. Desafía a la naturaleza. Repite que nada puede pararte.

Cuando tus invitados del día de Navidad ya lleven bastante rato esperando en la mesa, vuelve a entrar en la cocina, apaga el horno y comprueba el tiernísimo, casi crudo, aspecto de la carne. Ahora que la salsa se ha integrado bien con la pierna, puedes volver a cogerla por el hueso con los dientes y llevarla hasta la mesa donde esperan tus comensales.

Y ya está, sólo queda disfrutar de este sabroso plato tradicional con buena compañía.

¡Delicioso!