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El retorno del funcionario a su realidad de cada día ha sido posible tras complejas gestiones diplomáticas. “Estaba retenido en la zona de Los Laureles y, al no disponer de pasaporte, las autoridades de Babia pusieron muchos problemas”, explica el ministro de Exteriores.
El Gobierno ha informado también de que la actitud del retenido “no ayudaba precisamente a su rescate, pues siempre se mostró poco interesado en volver al Tajo”.
“Suerte que ha pasado todo este tiempo entretenido mirando musarañas. Si no, se habría vuelto loco”, argumenta un compañero, que dice que el afectado aún está confundido “y bastante cabreado por haber vuelto”.
Las autoridades creen que Bellón sufre el conocido síndrome de Estocolmo porque no piensa en otra cosa que no sea en volver a Babia. “Si le dejamos, se irá para allá”, insisten. Además, en su escritorio se ha encontrado un billete de ida a la Luna de Valencia.
Para que su vuelta a la normalidad sea gradual y poco traumática, el funcionario ha obtenido un permiso para ir a tomar el aperitivo. “Una ración de empanada mental y una Mixta para que vea que en la Administración también se vive bien, que no toda la juerga está en Babia”, declara su psicólogo.
