Le han dotado de una nueva identidad para que rehaga su vida desde el anonimato.
El último lince ibérico ya no tiene apariencia de lince y ha roto cualquier tipo de ligazón con su vida anterior con la intención de huir de los cazadores furtivos que están acabando con todos los de su especie. Ahora se llamará Fermín Garcés y será corredor de seguros en una ciudad indeterminada. La cirugía estética que le han practicado desde el programa de protección de testigos ha hecho que ya no parezca un lince ibérico, de modo que nadie pueda reconocerle.
Su nueva apariencia es de «palentino normal con papada», por lo que el lince ha dejado de tener interés para la biología y a nivel de patrimonio natural ha perdido todo su valor. Pese a todo, un equipo de biólogos intentará que, aunque sea desde el anonimato, se reproduzca. «Lo tiene más difícil ahora que antes, porque no tiene pareja de su misma especie», han asegurado.