«Mi mujer no es tonta, ella tampoco esperaba un señor con bigote», explica el marido de Margarita Rondales. «Pero lo que está claro es que quería salir del hospital con un hijo y no con una bolita de carne rosa. Cuando en un restaurante le ponen un bistec un poco rosa, le dan angustias y no se lo come. Pues esto es un poco lo mismo, aunque no sea comida. A casi todos los bebés te los comerías, pero al nuestro no».
Según Margarita, su rechazo no tiene nada que ver con el aspecto físico del pequeño, sino con su forma de ser. «Esperaba a alguien un poco más maduro, un poco más persona», dice. «Todas mis amigas tienen unos hijos monísimos que responden a su nombre, te miran a los ojos y, en fin, puedes tratarles un poco más de igual a igual. No sé qué pasa con los niños de hoy en día que vienen muy poco preparados».
«Si hubiéramos querido un hijo a medio hacer hubiéramos ido a IKEA a dar a luz, no a un hospital», sentencia el padre del bebé. Él y su pareja aseguran que no le pondrán nombre hasta que sea un hombre y se valga por sí mismo.
