«Llevo años viniendo aquí pero últimamente me reservan siempre la mejor mesa y me tratan como a una diosa», explica Dolores Viamón, de Madrid, en referencia al restaurante indio Mughul. Los camareros del establecimiento veneran a esta clienta desde que ha engordado, lo que ha llevado a la mujer a deducir que «la dieta no está funcionando y la verdad es que es culpa mía porque me la salto comiendo aquí».
Acostumbrada ya a ser recibida como «una bestia sagrada», Viamón ha decidido renunciar al adelgazamiento. «Si tener un cuerpo perfecto es que te miren con adoración y te traten así de bien, entonces tengo cuerpazo», argumenta.
Los propietarios del restaurante confirman que Dolores, a la que ellos llaman Kâmadhenu, les trae prosperidad y es el símbolo de la abundancia. «Me ceban y yo no sé decir que no, pero bueno, matarme no me van a matar porque su religión se lo prohíbe», declara Viamón.
«En el Museo del Jamón es otra cosa, allí no me gusta nada cómo me miran los camareros y creo que no voy a volver», dice.