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Aparece un monstruo en un lago de Amstetten y no saben cómo llamarlo

"MONSTRUO DE AMSTETTEN YA TENEMOS Y QUE HAYA DOS AFECTA AL POSICIONAMIENTO EN GOOGLE", ADMITE EL ALCALDE

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Una horrible criatura apareció ayer en un lago de la localidad austríaca de Amstetten, creando más confusión lingüística que científica. Sobre las 17:00, un terrorífico ser de dos cabezas y colmillos como sables emergía de las profundidades del lago Hörls, emitiendo unos sonidos guturales que, en un primer momento, causaron histeria entre los bañistas.

Jürgen Trottel fue el primero en dar la voz de alarma, al grito de “¡Cuidado! ¡Un monstruo!”. Enseguida se inició un debate lingüístico sobre la conveniencia o no de usar la palabra “monstruo” después de “aquello”.

La lingüista Frida Brustwarzen, que casualmente estaba en el lago, fue una de las personas que más contraria se mostró. “No debemos olvidar el contexto en el que ha aparecido esta criatura”, argumentaba. “En Amstetten ya tenemos un monstruo, y no debemos banalizar las cosas terribles que hizo”, apuntaba. Justo en ese momento, la bestia marina engulló a su marido y a su madre, que se estaban dando un baño en el lago. Contrariada, pero con la frialdad que caracteriza a los austríacos, Brustwarzen añadió: “Aún así, no me parece adecuado”.

La discusión siguió durante horas, mientras la criatura seguía devorando ciudadanos. Durante unos segundos, pareció que se imponía la opción de referirse a aquello como “La Cosa de Amstetten”, pero un anciano apuntó que era un concepto muy vago para referirse al peligro real que representaba el animal salvaje. Instantes después, este señor moría aplastado por el gigantesco bicho.

Ya bien entrada la madrugada, y con un total de 63 bajas, los ciudadanos de Amstetten decidieron que lo mejor que podían hacer era ignorar la presencia del engendro, citando al filósofo patrio, Ludwig Wittgenstein. “De lo que no se puede hablar, hay que callar”, concluyó Klaus Bürgermeister, alcalde de la ciudad, mientras se desangraba tras ser abierto en canal por el aberrante ente.

Poco después, la menguante multitud se disolvía para irse a casa, silbando como si nada, mientras la bestia se dirigía a un hospicio cercano.

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