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Los maestros de Primaria vuelven al colegio obligados por sus padres

MUCHOS RETOMAN TAMBIÉN EL CONSUMO COMPULSIVO DE ANSIOLÍTICOS

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Como cada año, la llegada de septiembre ha forzado a más de 800.000 profesores españoles a incorporarse a sus puestos de trabajo tras el parón vacacional. Muchos de ellos lo han hecho totalmente sedados y forzados por sus padres, que han intentado hacer oídos sordos a sus lamentos y pataletas.

“Los primeros días echan de menos a sus padres y hay que ser un poco más suaves con ellos. Luego ya les metemos en vereda”, ha declarado un alumno de siete años al ver a su profesor de música llorando y escondido bajo la mesa.

Los psicólogos recomiendan a las familias de estos maestros que se despidan de ellos de forma breve, evitando dramatizaciones. «Su sueldo les impide llevar una vida independiente, así que muchos de estos profesores se sienten perdidos y abandonados cuando sus papás se van al trabajo después de dejarlos en clase», confirma el psicólogo Gomeznarro Ramiro, que aconseja a los padres que sean puntuales a la entrada y a la salida del colegio para no generar incertidumbre en sus retoños.

«Les ves escribiendo sus nombres en la pizarra, esperando que las primeras bolas de papel choquen contra su nuca, y se te parte el alma», admite el padre de una maestra de 35 años adicta al Alprazolam. «Pero si les proteges demasiado es peor. Hay que prepararlos para la vida», añade.

Tras los nefastos resultados del último informe PISA, se espera que los niños españoles sean este año mucho más exigentes con sus profesores y no pasen ni una. «El año pasado, el subnormal de matemáticas me echó de clase porque me puse a escribir un Whatsapp. Este tipo de cosas se han terminado. A la primera amenaza le diré que le meto una hostia», promete un adolescente que está harto «de que no me aprueben los muy inútiles».

Pese a las dificultades, los padres de los maestros de escuela son conscientes de que, alejados de los centros escolares, sus hijos tienen muchas posibilidades de caer en la exclusión social o el paro.

«En los colegios al menos tienen las horas ocupadas y una comida al día asegurada», explica el padre de un profesor de literatura que ha tenido que pedir ayuda a sus vecinos para arrancar a su hijo de la cama esta mañana. «Pesa noventa kilos el cabrón», ha declarado.

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