Aunque aliviada al comprobar que su hijo inicia al fin su proceso de maduración, la madre de Ramón cree que echará de menos el carácter infantil de su retoño: «Recién ha dejado de ser un crío y ya empieza a comportarse como un adolescente. Está muy contestón, irascible y dice que nadie le comprende… Por un lado te hace ilusión, pero por otro te da pena», explica con lágrimas en los ojos.
«Llevaba más de veinte años con esa espina clavada, era frustrante no estar a la altura de lo que se esperaba de mí. Recuerdo a muchos de mis amigos riéndose en el cole porque yo no era capaz de pasarme la última pantalla. Muchos tienen ya hijos y todo» explica Ramón, que siente que ha cerrado, por fin, un ciclo de su vida. Para hacer más llevadera su adolescencia, ha adquirido una Xbox con un lote de juegos. «No sé si los videojuegos han evolucionado mucho desde el 88, pero pienso dejarme la piel en ello. Mi adultez está en juego», sentencia.