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«Mis bodegones policiales son un trabajo de introspección»

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Debido a su horario flexible, los restaurantes de la cadena O Vall d’Ouro, en Barcelona, son los más frecuentados por taxistas y policías. El teniente Salcedo, que lleva más de 15 años en la Policía Nacional, no ha querido quedar en otro lugar para que le entrevistara. El motivo de la charla es la publicación de una retrospectiva fotográfica de su obra. Las composiciones que realiza con el material que se incauta en alijos y redadas constituyen una valiosa aportación al arte contemporáneo.

Después de que nos traigan dos ensaladas verdes como primer plato, Salcedo empieza a mostrarme algunas de las piezas de su catálogo. Por la pasión que desbordan sus palabras, uno entiende por qué sus bodegones destacan sobre los que se hacen en otras comisarías. El teniente se detiene en la obra «Miradas impúdicas», realizada en 1998: consiste en una mesa sobre la que reposa una colección de armas, drogas y teléfonos móviles. «Es muy espiritual. Es una composición de metal, pólvora y heroína sobre tela y mesa». No duda en elogiar a la banda de peruanos que posibilitó la obra.

Superada una primera etapa ortodoxa -en la que, recién salido de la academia de policía, simplemente amontonaba la droga intuitivamente y sin preocuparse por el resultado estético-, su trabajo fue volviéndose más personal. Poco a poco empezó a obsesionarse por el color y la forma de las pruebas incautadas hasta evolucionar en la que él mismo denomina su etapa azul: «No hacíamos más que requisar cargamentos enteros de Viagra adulterada», explica mientras ordena con cuidado las croquetas en el plato. «Están tan bien dispuestas que cuesta comérselas», reconoce.

La propuesta artística de Salcedo es única en el mundo del arte. Hasta ahora, nadie había sabido combinar el trabajo policial -tradicionalmente rudo y alejado de la actividad estética- con las artes plásticas. «Tengo compañeros que son auténticos artistas calzando hostias, pero lo que yo hago perdura en el tiempo», explica con media sonrisa.

Asegura que su respeto por el clasicismo es absoluto e insiste en que su apuesta por el arte de vanguardia es meramente circunstancial. «No es que el bodegón clásico no me interese. Pero no es habitual que la Policía intercepte frutas y cuencos. Mi material de trabajo está compuesto de kalashnikovs de contrabando, películas del top manta y bolsos de imitación. Y con eso hago lo que puedo. De vez en cuando meto alguna prueba de más si la obra lo pide. Por ejemplo, me gusta añadir droga en todas mis esculturas, aunque sólo se hayan incautado petardos ilegales».

Composición 235 (2003)

De lo que más orgulloso se siente el teniente Salcedo es de ser un artista crítico con el poder. De hecho, la fiscalía ha pedido que le retiren la placa por considerar que su actividad es incompatible con el trabajo policial. Se le acusa también de destrucción de pruebas.

«Desde el Guggenheim me pidieron que enviara algunas obras para hacer una pequeña exposición itinerante que irá a Nueva York y a Japón. Y claro, las envié. No puedo enviar fotos, tengo que enviar la escultura entera o no me respetarán nunca. Yo ya le he dicho al fiscal que se espere un par de años y le devolveré la droga, pero es impensable una retrospectiva mía sin que aparezcan ‘Heroína hiperescénica’ o ‘Violencia albanokosovar’. Son de lo mejor que he hecho», se queja. «Bastante hago con no subastarlas».

Si consigue que no le retiren la placa, va a solicitar que lo trasladen al departamento de detenciones para dejar de hacer bodegones y adentrarse en la fotografía. «A veces paseo por la calle y veo a gente que me encantaría fotografiar. Y qué mejor que una foto policial. Esas miradas asustadas como diciendo ‘Si yo no he hecho nada, sólo le he mirado’. No sé, me obsesionan igual que a Van Gogh le obsesionaban los girasoles».

Restaurante O Vall d’Ouro.

– Dos ensaladas verdes.
– Croquetas dispuestas por tamaño.
– Filete de emperador.
– Flan.

Total: 24€.

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