El director ha explicado que su decisión de apartarse del cine no ha tenido tanto que ver con su actividad cinematográfica en sí como con el hecho de que, casualmente, ha heredado la parada de ultramarinos de una tía lejana. «Pensé que era la oportunidad definitiva para acercarme a esa España de la corrala, el astracán y el griterío». También ha apuntado que «mejores ‘femmes fatales’ que en un mercado municipal no vas a encontrar en ningún sitio. Ahora, todas mis clientas son chicas Almodóvar».
Respecto a su nuevo color de pelo, sólo ha querido comentar que responde a una cuestión de «mercado y continuidad». «Mi tía Bárbara, la mujer que regentaba esta tienda, llevaba el pelo así. Y en mi familia, conforme nos vamos haciendo mayores, nos parecemos a mi tía Bárbara, la verdad. Así que me he teñido para que las clientas vean que todo sigue igual».
El único incidente de la rueda de prensa, en la que Almodóvar ha estado repartiendo banderillas y otros encurtidos, ha tenido lugar cuando el crítico de El País Carlos Boyero ha accedido a probar una guindilla picante que le ha ofrecido el director. Aunque el cineasta manchego ha insistido en que se la había ofrecido sin acritud, Boyero ha cargado sus tintas en el artículo que le ha dedicado: «Después de su insufrible carrera, Almodóvar nos regala una retahíla de acidez, vinagre y retorcimiento espeso y sin gracia en su nuevo proyecto».