Después de esperar durante más de un mes a que pase un coche por la carretera en la que se mató hace ya más de 40 años, la chica de la curva ha empezado a sospechar que las autoridades han desviado el tráfico. “Ya era hora porque este tramo es un peligro”, se ha dicho esta madrugada sin dejar de levantar el pulgar por si en el último momento pasaba algún despistado.
La chica de la curva llevaba décadas subiéndose a los coches para pedir a los conductores que tuvieran cuidado con la curva en la que ella se mató, una estrategia que estaba provocando más accidentes que la propia curva. “Quizás mi manera de afrontar la situación no era la más efectiva y por eso la DGT ha decidido cerrar la carretera”, reconoce. “Por mi culpa hemos llegado a ser más de 500 chicos y chicas de la curva”, confiesa.
Viendo que no pasa ni un solo automóvil, la chica de la curva teme haberse perdido después de años vagando por el arcén. “Es una pena que al morirme no hubiera móviles porque ahora me vendría muy bien un GPS”, se sincera. La joven ha caminado ya decenas de kilómetros buscando a alguien a quien pedir direcciones. “No sé dónde se habrá metido todo el mundo pero esto me da mucho yuyu”, asegura el espectro de la joven muerta en un accidente de tráfico.
Ahora que los accidentes de coche en carreteras secundarias han pasado a un segundo plano, los españoles ya han empezado a demandar nuevas leyendas urbanas acordes a los tiempos que vivimos, como por ejemplo la de la chica de la curva del coronavirus.