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Un hombre arrepentido de lo mucho que ha comido en un bufet libre entiende de golpe la condena existencial que es el libre albedrío y la necesidad de establecer límites morales y políticos a la voluntad humana

"SIN LÍMITES, EL INDIVIDUO SE VUELVE UN SALVAJE", ASEGURA

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Tras comprobar que es incapaz de gobernarse a sí mismo, Fermín Sanchís, de Salamanca, ha entendido de golpe esta tarde a las 15:36 en el bufet libre Wok Dao de Barcelona que “el hombre es un lobo para el hombre” y que por tanto es necesario establecer normas que digan a los individuos cómo comportarse. “Los límites no son una cadena injusta, sino una estructura que nos permite desarrollarnos sin convertirnos en una criatura desbordadas por su propia libertad, incapaz de soportar el peso de su responsabilidad”, ha declarado a los periodistas, recordando que al empezar a comer se ha servido un plato que solo contenía huevo hilado y otro que solo contenía surimi y mayonesa. 

“El anarquismo no funciona, ahora lo entiendo”, ha asegurado con arrepentimiento.

Según Sanchís, que el ser humano sea arrojado “a la libertad absoluta” del bufet libre Wok Dao es “devastador” no solo para la psique “sino también y sobre todo para el cuerpo” porque “el hombre es un lobo para el hombre y también para los langostinos de baja calidad”. Por tanto, Sanchís defiende que en última instancia el hombre, si quiere evitar una “guerra de todos contra todos” en la que los individuos batallan por hacerse con los recursos naturales (pinchitos, sushi mediocre, flanes, etc), es preciso que adopte alianzas y normas comunitarias. 

Sanchís admite que en el “estado natural pre-alianzas” que es el bufé, el único regulador ético que existe es la vergüenza. “No saber dónde meterte cuando el camarero te retira platos sucios por quinta vez es sin duda un regulador de las pasiones humanas en una fase muy inicial, pero se queda corto, hacen falta medidas punitivas, normas, horarios, códigos, más allá de esa condena social basada en las miradas ajenas”, ha explicado el hombre a la prensa. 

Sanchís afirma que en un bufet el hombre es “libre, radicalmente libre” y esa libertad es “una bendición pero también una maldición”. “Las reglas debemos autoimponérnoslas o adaptarlas en comunidad, porque el individuo a solas no puede hacerlo, dado que se convierte en un Leviatán que lo devora todo a su paso”, ha explicado.

Al llegar a casa, fuentes cercanas han informado de que Sanchís también ha entendido de golpe el concepto sartriano de “la náusea”.

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