La pasada madrugada, Vladímir Putin ordenó bombardear Gaza con el fin de buscar un acercamiento a las potencias occidentales, que no han tardado en interpretar la ofensiva como un guiño de Rusia a los valores democráticos de Occidente.
«Que Putin nos ayude a combatir el terrorismo islámico asesinando, como Israel, a niños palestinos, nos parece un gran paso para alcanzar la paz en Ucrania», declaraba Joe Biden a las pocas horas del ataque. Los rusos han utilizado las mismas estrategias que emplean en Ucrania, pero esta vez en Palestina, así que nadie ha protestado. Al bombardear hospitales, colegios y zonas residenciales de Gaza, Putin ha mandando un claro mensaje de concordia a Occidente.
Israel y Estados Unidos consideran que se trata de un gesto que va «en la buena dirección». Según Biden, «demuestra que no somos tan diferentes y que, al final, la violencia nos une sean cuales sean nuestras ideologías». Occidente valora la predisposición de Putin a llegar a un entendimiento y considera que esta ofensiva rusa debe marcar el camino a seguir a partir de ahora.
Las voces más críticas con la gestión de Putin defienden que el ataque ruso a Gaza responde a la voluntad de recuperar el foco mediático, pues la guerra en Palestina ha quitado todo el protagonismo a la de Ucrania y eso empezaba a molestar en el Kremlin.
