Paco González De la Rosa, que se hace llamar Fernando desde hace unos meses, ha cambiado de trabajo, de ideología política y de aficiones con el único objetivo de caerle bien a su suegro. «Entré con mal pie, pero enseguida me di cuenta de que, para ganármelo, tenía que ser otra persona», comenta.
González explica que, antes de conocer a su suegro Fernando, defendía ideales de izquierdas, vestía con vaqueros y camisetas sencillas y era más bien torpe con el bricolaje. Su suegro era tan distinto a él que la relación entre ambos era fría y distante. «Al final, con buena voluntad y un cambio radical de identidad, la gente te va conociendo y se rompe el hielo», dice.
Ahora que defiende al PP, que tiene un nuevo empleo en una sucursal del BBVA en vez de dedicarse al trabajo social, que se ha sacado el carné de moto y es capaz de arreglar un escape de agua, González y su suegro son inseparables. «Nos llaman los dos Fernandos, siempre juntos, pasándolo pipa en los toros, y hasta han empezado a salirme canas como las suyas», celebra el yerno.
Aunque la pareja de González está satisfecha porque al fin ha encontrado a alguien que le recuerda a su padre, ahora el novio valora romper con ella «para encontrar a una chica de esas que le gustan a mi suegro, ya sabes, con buena delantera y más atrevida vistiendo».
