La plantilla de la compañía Jenkins&Co., con sede en Barcelona, lleva días enfrascada en una actividad comunitaria que está contribuyendo a estrechar lazos entre los trabajadores, forzados a diseñar estrategias en común para alcanzar entre todos un único objetivo. Dicha actividad de team building consiste en sacar al jefe del alcoholismo.
«Nunca habíamos estado tan cohesionados», comenta Eloy Caballero Peña, responsable de Recursos Humanos. «El sueldo de todos está en juego, en realidad es emocionante», agrega.
El directivo no pone las cosas fáciles, desafiando la capacidad de organización y los reflejos de los distintos equipos. «Los del departamento de Gerencia llevan ventaja porque tienen acceso directo a las botellas de whisky», señala Caballero, aunque su equipo rival matiza que «también somos nosotros los que solemos recogerlo del suelo, y no es sencillo».
La última gran jugada de los empleados fue convertir una reunión de estrategia en una intervención. El jefe, sin embargo, se negó a hablar de los doce pasos y exigió que se volviera al tema de las exportaciones.
«Se nos está dando bien, poco a poco se le van bajando las defensas y aceptará que tiene un problema. Somos muchos empujando en la misma dirección, así que no está solo. El mayor problema aparecerá cuando lo logremos porque, entonces, nuestra rutina laboral será mucho más aburrida. Esta actividad nos mantiene tan atentos e implicados que casi todos llegamos a la oficina con antelación y nos quedamos incluso los fines de semana, planeando los siguientes pasos», relata Caballero.
