Lamentando que «aquí la gente viene a lo que viene», Mia Hutchkins, una ciudadana británica que, desde el pasado jueves, está visitando Barcelona durante sus vacaciones, critica que la ciudad se haya llenado de turistas. «No se puede caminar por las calles, ¿no va a hacer nada en el Ayuntamiento?», se queja.
Según los turistas que llevan más de seis días en Barcelona, los grupos recién llegados «no se integran, no saben cómo va el metro o el sistema de bicicletas públicas, se aglomeran en los monumentos típicos» y, sobre todo, «no tienen respeto por los turistas que ya llevan varios días en la ciudad».
Los nuevos turistas, lamenta Hutchkins, están intentando desplazar a los turistas que, como ella, llevan ya varios días en Barcelona y que, por tanto, necesitan buscar zonas menos masificadas para disfrutar de la ciudad. «Estoy subiendo a Gracia, que todavía no lo he visto, porque en el Born no se puede estar, está infestadito, pero sin políticas que regulen el tráfico de los turistas que están llegando después de mí esto va a ir cada vez a peor», insiste Hutchkins.
«Puta Colau», añade.
Esta gentrificación afecta a varios niveles. No solo los turistas más veteranos tienen que desplazarse a otras zonas, sino también algunos locales comerciales. Esta semana, un Starbucks histórico que lleva más de un año abierto denunciaba que iban a cerrarlo para abrir un Starbucks.
