Antonio José Carcales falleció ayer por la tarde en el Hospital General de Segovia, confortado por sus seres queridos, quienes fueron incapaces de comentarle, en sus 64 años de vida, que la perilla que decidió dejarse en 1995 no le quedaba nada bien. «Él se veía bien y eso es lo que cuenta», insiste su mujer, incapaz de asumir ninguna responsabilidad.
Que la perilla de Carcales era «una atrocidad estética», en palabras de su hijo mayor, no era un secreto para nadie excepto para el fallecido. «Tenía un gesto involuntario que consistía en agarrarse los pelillos de la perilla y enroscarlos. Lo veías y no podías dejar de pensar ‘eso, eso, arráncalos todos, quítate esa mierda de la cara'», confiesa la hija de Carcales.
La familia admite que nadie merece vivir rodeado de personas que no están dispuestas a decirte la verdad aunque duela, dejando «que vivas en una gran mentira, con la vergüenza pegada a rostro». La mujer es la primera en reconocer que «mi marido era guapo, siempre lo fue, pero por culpa de la perilla perdió muchos puntos en este aspecto, fue una vida tirada a la basura desde el punto de vista de la estética». La familia se consuela insistiendo en que «él se creyó guapo toda la vida».
La amante de Carcales, que fue quien le convenció para que se dejara perilla, señala que «Antonio José siempre fue un incomprendido, pero nunca se doblegó a la voluntad de los demás. Él sabía que su mujer odiaba la perilla y no se lo decía. Si hubieran sido más sinceros con él, quizá no habría necesitado una segunda familia».
