Cuanto menos atractivo y compatible con la vida sea el planeta, menos posibilidades habrá de que un tirano quiera conquistarlo. Esta es la tesis que hay detrás de la decisión de Bruselas de relajar el control de las emisiones y potenciar fuentes de energía más contaminantes para, por un lado, compensar la falta de gas ruso y, por otro lado, empeorar aún más las condiciones de vida del planeta Tierra para que este deje de ser tan atractivo para Putin.
Los expertos consultados por Bruselas consideran que «así como montar una guerra fue una forma contundente pero eficaz» de acabar con la pandemia, quizá para acabar con la guerra sea necesario destruir toda posibilidad de vida.
El plan de la Comisión, que se detalla en una comunicación titulada Destrúyelo todo para un invierno seguro y que se espera aprobar el próximo miércoles, señala que es difícil que Rusia, un país tan frío, pueda encontrar Europa atractiva si todo el territorio es un desierto que alcanza los 50 grados cada verano y en el que apenas hay recursos agrícolas ni ganaderos. «Es muy difícil conquistar un terreno que está ardiendo constantemente», recuerdan desde Bruselas.
Diversos climatólogos y expertos en Defensa están de acuerdo con la tesis de que, técnicamente, cuando no quede vida en el planeta, habrá paz.
