Más de 15 años después de su marcha, Rodrigo Rato ha vuelto al Gobierno como vicepresidente al grito de “Explicaciones de qué”. Aunque formaba parte del Partido Popular, en el Gobierno del PSOE y Unidas Podemos no han tenido más remedio que aceptarlo porque su argumento resulta irrebatible. “Si lo aceptamos de uno, lo tenemos que aceptar de todos”, se resignan en Moncloa.
Rodrigo Rato ya ha vuelto a ocupar su lugar en el Ejecutivo, pero esta vez ha exigido una campana en su despacho para hacerla sonar cada vez que necesite que su secretaria le traiga algo. Esta nueva forma de proceder de los políticos corruptos, inspirada por el Juan Carlos I, supone una bocanada de aire fresco para ellos. “Estábamos hartos de estar escondidos como si fuésemos delincuentes”, lamenta el condenado a cuatro años de prisión por blanqueo de capitales y corrupción entre particulares.
Tras la reinserción de Rato en el Gobierno, se espera que Cospedal, Cifuentes y Manuel Chaves también vuelvan a ocupar sus puestos en cualquier momento. “Si emplean la suficiente chulería y no muestran ningún tipo de arrepentimiento o vergüenza, será muy difícil no dejarles volver”, reconoce el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. “Al final en la vida todo es actitud”, añade.
El que lo tendrá más difícil para seguir ejerciendo su puesto público es Alberto Garzón: el ministro de Consumo todavía arrastra la polémica de haberse tomado una cerveza y una tapa de jamón en la Feria de Abril de Sevilla. “Muy chulito se tendrá que poner para que no lo acabe cesando”, ha reconocido Sánchez ante sus asesores.
