A última hora de la tarde de ayer, una pareja no lo suficientemente enamorada como para irse de viaje a París se compró un billete de autocar a Lyon. Tras seis meses de relación, Cristina y Marisa no han sentido esa chispa necesaria para hacer un viaje romántico a la capital de Francia, pero tenían unos días libres y querían irse fuera juntas.
“Nuestros sentimientos no dan para besarse apasionadamente delante de la Torre Eiffel, pero sí para comernos un rato la boca al lado del Teatro Galo-Romano de Lyon”, se sincera Cristina. “No pasearemos abrazadas a orillas del río Sena ni nos prometeremos amor eterno en el Pont Neuf, pero sí podemos emborracharnos en la Plaza Bellecour y acabar vomitando en la Rue du Président Édouard Herriot”, reconoce Marisa.
De esta manera, París, conocida como la ciudad del amor, deja paso a Lyon, que va camino de convertirse en la ciudad del rollete. “Las relaciones sentimentales están cambiando, y cada vez más gente viene a Lyon porque tienen relaciones menos estables y más desenfadadas”, declara el alcalde de la ciudad, Grégory Doucet. “Nuestros visitantes no se sientan en un banco a mirarse a los ojos durante horas, pero echan unos polvos de puta madre en el hotel”, añade.
El lugar más emblemático de Lyon empieza a ser el Puente Raymond Barre, pues muchas parejas van allí a colocar un candado. Sin embargo, en lugar de tirar después la llave al río, lo que hacen es volver a abrir el candado y devolverlo a la tienda.
