Defendiendo que «hay mucho que aprender de lo que hacen por allí [Occidente]», Thich Tzu, un monje tibetano de 25 años que, según sus compañeros del templo, «va de alternativo», ha empezado a interesarse por la filosofía occidental. «Aquí la mayoría no sale del abecé del confucionismo pero en Occidente también hay cosas muy interesantes, aunque suenen un poco raras al principio», explica Tzu, que también es aficionado al café de Starbucks «porque no todo va a ser el té tibetano de siempre».
Según admite, es normal que el pensamiento occidental genere pocas simpatías «porque, a la que te descuidas, citan energías raras como el noúmeno o el genio maligno». Esto hace que la mayoría de personas tengan prejuicios o consideren a la filosofía no oriental demasiado religiosa.
«La mayoría de mis compañeros ni siquiera han oído hablar del empirismo, del cartesianismo o del idealismo kantiano, que son cosas que en Europa lo petan. ¿Hegel? Me vuelve loco. Creo que hay tanta sabiduría en Hegel, por exótico y extraño que suene, como en la filosofía oriental tradicional que hacemos aquí, que no te abre tanto la mente», defiende Tzu.
«Aquí la mayoría escucha la palabra ‘dialéctica’ y no solo no la entienden sino que les suena New Age«, se queja.
Tzu planea viajar a España el año que viene para visitar la Universitat de Barcelona, donde espera conocer a algunos de sus ídolos como Begoña Román, Manuel Campos Havidich o Josep Maria Esquirol, de los que tiene pósteres en su habitación.
