El compañero que lleva años contribuyendo a crear un ambiente irrespirable en el trabajo, descargando su frustración en los demás con comentarios pasivo agresivos y ataques de ira puntuales, se ha mostrado esta mañana preocupado por tu estabilidad emocional y te ha recomendado que vayas a terapia. «Míratelo porque no es normal que llores siempre que hablas conmigo», ha insistido este individuo que no ha ido nunca a terapia y que no dispone de recursos para gestionar sus propios desarreglos.
«La ansiedad es un aviso de que algo no va bien y a veces necesitamos ayuda externa, es normal y no hay nada de lo que avergonzarse», subraya este colega cuya incorporación a la oficina fue el detonante de varias bajas por estrés y depresión, amén de un deterioro progresivo de las relaciones en el entorno laboral.
Esta persona tóxica considera que no todo el mundo tiene su temple y su fortaleza emocional. «No hay que hacerse el fuerte», insiste con condescendencia, como si él no fuera la causa directa del malestar de su entorno, proyectando en los demás su propio miedo a arreglar esos problemas que tiene y que intenta encasquetar al resto.
Los cálculos más optimistas señalan que en seis meses o un año, cuando todos los compañeros de este individuo hayan ido a terapia, la plantilla entera habrá desarrollado aptitudes para pararle los pies a esta persona, que se verá obligada a cambiar de trabajo y buscar otro sitio en el que disparar los niveles de estrés.
Los cálculos más pesimistas señalan que la actitud asertiva de esta persona y sus rasgos psicopáticos le permitirán dirigir la empresa con mano de hierro antes de que acabe el trimestre.
