En la tarde de ayer, Andreu Pau Isern Comas se definió como “friki de los Derechos Humanos”. El joven se pasó varias horas relatando a unos compañeros de clase lo mucho que disfruta leyendo e informándose sobre situaciones injustas a lo largo y ancho del mundo y que requieren el respeto de los Derechos Humanos. “Puedo pasarme días entero leyendo sobre violaciones de los derechos fundamentales, jamás me canso”, expresaba. “Te puedo decir qué derecho falta en cualquier sitio que me digas”, retó incluso a sus amigos.
El joven tiene camisetas solidarias de todo tipo. “Ahora me quiero pillar una contra el apartheid que está guapísima”, explicaba a sus compañeros. La pasión de Isern viene desde niño. “Cuando era pequeño y veía que salían campos de concentración en la tele dejaba de jugar y se quedaba mirando con los ojos muy abiertos”, recuerda su madre.
“No tengo un derecho humano favorito, todos me parecen igual de buenos”, se sincera el joven. “Es que me flipan porque hay uno para cada injusticia”, asegura. Isern se sabe de memoria la Declaración Universal de Derechos Humanos. “Podría estar leyéndomela todo el día, nunca me canso”, reconoce.
A Andreu Pau le gustan tanto los derechos humanos que le preocupa que el mundo se vuelva justo, que todas las desigualdades se acaben y por tanto deje de ser necesario reivindicarlos. “Tampoco me gustaría que se hicieran demasiado mainstream”, reflexiona.
