Aunque al principio solo quería comerse una, Maruja Quiñones, de 27 años de edad y natural de Toledo, ha llegado al punto del paquete de galletas en el que ya es mejor comérselo todo que guardarlo. “Yo ya no puedo devolver esto al armario, además sé que acabaría volviendo a los cinco minutos a acabármelo”, ha explicado esta tarde a los reporteros.
Maruja empezó comiendo las galletas con mesura, incluso espaciando mucho el tiempo entre una y otra, pero a medida que han ido pasando los minutos se ha desatado y ha acabado engulléndolas a manos llenas. “La culpa es de los fabricantes por hacerlas tan ricas”, denuncia. “Ni siquiera me quería comprar el paquete, pero te lo ponen al lado de la caja del súper y es imposible no cogerlo”, agrega con la boca aún llena de migas.
Si hubiera comido una galleta menos, Maruja habría podido reunir la fuerza necesaria para plantarse y devolver el paquete aún lleno al armario pero, una vez traspasada la línea que marca la mitad, ha entendido que lo mejor es terminarlo. “Ahora que ya he llegado hasta aquí lo mejor es seguir”, reitera. “Me las acabo todas y así se acaba este infierno”, añade. “Yo lo que quería era salir a correr”, confiesa con el estómago lleno.
Para consolarse por haber comido todo el paquete de galletas, Maruja recurrirá al helado de chocolate belga que tiene en el congelador y que está sin abrir, ignorando que también se lo comerá todo porque llegará al punto en el que habrá más caja vacía que helado y ya será absurdo no terminar lo que se empezó.
