Corriendo el riesgo de arruinar su futuro profesional pero muerta de curiosidad al mismo tiempo, una camarera del restaurante «Los Pajaritos» de Tarragona se ha atrevido esta mañana a preguntar por su sueldo. «No sé si hago esto por vocación, si es un trabajo remunerado o un voluntariado ni si soy rica o soy pobre, aunque de esto último tengo algunas sospechas. Necesito respuestas y, si me quedo en la calle, al menos sabré la verdad», argumentaba Leona de Marl justo antes de pasar al despacho de su jefe.
«Lleva veinte años aquí, sin una salida de tono, sin ninguna queja, es apreciada por compañeros y clientes habituales… por eso no me explico que me haya preguntado cuánto cobra», lamenta Juan Ordoño, dueño del establecimiento. «Estará en esos días… aunque a su edad… si no trabajara en hostelería le quedaría ya poco para jubilarse. ¿Quién tira por la borda todo lo que tiene para preguntar cuánto cobra?», se pregunta confuso.
El jefe le ha pedido a la camarera que se tome unos días de descanso. Por supuesto, sin sueldo. «Fíjate en lo que dejas de ingresar estos días y tendrás una pista», le ha sugerido. Insiste el dueño en que «otros no serían tan comprensivos con ella, lo que ha hecho es grave».
Animado por la valentía de Leona, otro camarero con cuatro años de experiencia ha abordado al jefe para preguntarle por el horario. A los pocos segundos, ha abandonado el despacho y se ha ido del restaurante con los ojos llorosos para no regresar jamás.
