Entre pedido y pedido, y en medio de una crisis existencial, Alejandro Fernández Pérez, dependiente de McDonald’s, se ha consolado a sí mismo pensando que podría irle peor porque al menos no es un cliente de McDonald’s. “Tengo que estar aquí ocho horas sirviendo comida, pero al menos no me la tengo que comer”, se ha tranquilizado.
“Peor sería estar haciendo cola al otro lado del mostrador que estar aquí atendiendo”, se ha dicho Fernández mientras colocaba una bebida gigante en una bandeja de menú. El dependiente incluso se ha sentido afortunado al pensar que en casa le espera un plato de espinacas con alubias. “Llegaré cansado y hambriento, pero al menos no me iré a un McDonald’s a cenar”, piensa.
Mientras soporta las exigencias de los clientes, el dependiente se va animando recordando que él cobra y no paga por estar en ese local. “Esta gente está pagando por venir aquí y a ese pozo yo por lo menos no he caído”, se dice a sí mismo. “Estoy soltero pero al menos no traigo a mi pareja a cenar a McDonald’s”, ha razonado, insistiendo en su refuerzo positivo. “Algún día dejaré esto y no tendré que volver, pero estos clientes siempre vuelven”, ha agregado.
Al cierre de la edición, la prensa ha podido saber que un cliente de McDonald’s que se arrepentía de haber vuelto a pedir una hamburguesa se ha consolado a sí mismo pensando que podría irle peor ya que al menos no trabaja en McDonald’s.
