El fracaso de la moción de censura de Vox, que ha forzado la escenificación de la ruptura entre la formación de ultraderecha y el Partido Popular, ha tenido consecuencias no solo políticas sino también materiales. Este mediodía, poco después del puñetazo en la mesa de Pablo Casado, lágrimas de facha han empezado a encharcar el hemiciclo hasta que el líquido de tristeza autoritaria ha obligado a desalojar urgentemente la sede de la Cámara Baja.
El incontenible torrente de lágrimas franquistas ha llegado a filtrarse a través de las puertas del edificio, mojando toda la fachada y pudiéndose apreciar perfectamente desde el exterior. Los bomberos han tenido que intervenir de urgencia mientras los diputados intentaban secarse con la idea de continuar más tarde. Algo que finalmente no ha podido ser.
«A veces, en política, hay que mojarse», reconocía Pablo Casado, insistiendo en que «no es agradable pero al final es lo que ha habido que hacer».
Muchos temen ahora que las lágrimas de facha provoquen también inundaciones en algunos gobiernos autonómicos, haciéndolos impracticables.
