Adolfo Bermejo, de 42 años, lleva dos horas en la terraza de un céntrico bar de Zamora sin atreverse a coger la última aceituna que queda en su plato aunque no hay nadie más junto a él en la mesa. “El hombre es tan tímido que me ha pedido dos cervezas para que parezca que su acompañante se ha ido al baño”, asegura el camarero que lo está atendiendo.
Los camareros del local valoran la posibilidad de llevarle al cliente más aceitunas para que se pueda comer esa que queda, pero saben que con ello solo retrasarán el problema. “Es como si le preocupara que las tres sillas vacías se molestasen”, reconoce el encargado de la terraza.
Tras verse incapaz de coger esa última aceituna servida exclusivamente para él, el cliente se ha decantado por pedir la cuenta y ha insistido en pagársela a sí mismo mientras decía “deja, hombre, deja”. Finalmente, Adolfo Bermejo ha tenido que fingir que iba al baño para pagar en la barra a escondidas.
Al enseñarles el DNI para pagar con tarjeta, los empleados del local han podido ver su fecha de nacimiento y le han cantado el “cumpleaños feliz” durante 30 incómodos segundos. “Este no vuelve más por aquí”, aventura el dueño del bar.