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Me fascina cómo una fideuá bien preparada puede reunir todos los alimentos de nuestra tierra de una forma tan deliciosa. Es una receta sencilla y fácil de hacer. La sencillez de la receta, su éxito garantizado y el hecho de que me dijeran que jamás sería cocinero, es la razón por la que comparto esta receta con vosotros.

 INGREDIENTES 

● 350 gramos de fideos gruesos o finos.
● 600 gramos de caldo de pescado.
● 200 gramos de gambas frescas peladas con la boca.
● 300 gramos de mejillón gallego.
● Un calamar grande en trocitos.
● Una cebolla.
● 3 tomates frescos enteros.
● Azafrán.
● Pimentón dulce.
● Sal.
● Aceite de oliva virgen extra.

 PASOS 

Abrir con la boca la bolsa con el pescado que nos han dado en la pescadería y, ayudándonos de los dientes o empujando el marisco con la cabeza, verter los mejillones, las gambas y los calamares en un bol para proceder a su limpieza.

Limpiar los mejillones. Puedes hacerlo con un cuchillo viejo para que no se estropeen los cuchillos buenos. También puedes morder las barbas de los mejillones con los dientes y mover la cabeza enérgicamente.

Agarramos la sartén con los dientes y la ponemos sobre el fuego. Añadimos un poco de aceite empujando con la cabeza la botella. En el momento en el que se haya vertido el aceite suficiente a la sartén, le damos una patada a la botella o la apartamos con los hombros para que no quede demasiado aceitoso.

Enciende la vitrocerámica con la punta de la nariz. Si es táctil y sólo responde con las yemas de los dedos, puedes utilizar un taburete alto, sujetarte con un cómodo sistema de arneses y encenderla con los dedos del pie.

Cuando el aceite empieza a calentarse es momento de agarrar cada gamba pelada y cada trozo de calamar con la boca y depositarlos en la sartén cerrando fuerte los ojos para que no nos salpique el aceite.

Deja que el marisco se saltee a fuego alegre unos minutos y cuando el calamar esté doradito regula la temperatura de la vitrocerámica con la nariz.

No pidas ayuda a nadie porque tú puedes hacerlo solo.

Ahora que el fuego está al mínimo y todo está controlado, puedes aprovechar para recoger el marisco que se haya caído al suelo.

El siguiente paso es el sofrito. En este punto puedes estar agotado y desmoralizado pero no es necesario pedir ayuda. Hay gente, como yo, que odia pelar cebolla y trocearla agarrando el cuchillo con los dientes y repitiendo el movimiento mecánico de picarla cientos de veces, así que se puede comprar congelada. El tomate puedes añadirlo entero porque con el calor se irá rompiendo y quedará casi casi triturado.

Esperamos que se poche todo y se evapore el agua de las verduras.

Los fideos deberíamos haberlos refrito antes con un poco de aceite. Eso consigue que se tuesten, se genera una corteza alrededor de la pasta, evitamos que queden blandos… y conseguimos ese efecto de “pinchos” típico de la fideuá. El consejo aquí es removerlos mordiendo una cuchara de madera con la boca para que se tuesten de manera uniforme.

Añadimos, pues, los fideos al sofrito.

Si se te cae alguno al suelo límpialo poniendo un trapo en la baldosa con los dientes y moviéndolo con los pies. Luego tendrás que recoger el trapo con los dientes y tirarlo al cubo de la basura.

Muele el azafrán con la frente, aspira el polvo con la boca y escúpelo en la sartén.

Es el momento ahora de añadir el caldo en una proporción 2/1 respecto a los fideos. Debes tenerlo caliente antes. Puedes empujar la olla con la cabeza hasta que se vuelque sobre la paella.

En 12 o 15 minutos el fideo está hecho. No lo remuevas para que la superficie quede crujiente. Cuando falten unos minutos para la cocción puedes añadir los mejillones con la boca (vigila que soltarán agua y puede cambiar la proporción del caldo).

Hay gente que prefiere desconcharlos una vez se abran pero yo creo que complica el proceso enormemente y no es necesario.

Ya solo nos quedará retirar la paellera del fuego.

Si bien poner la paella vacía sobre el fuego es sencillo, sacarla del fuego es complicado; si estiras una asa con la boca probablemente se caiga al suelo. Lo mejor es comerla directamente sobre la encimera vigilando no quemarse.

¡Delicioso!