Solicitando el día libre para que le hicieran las pruebas del ébola, Jaime Antuñón, de 53 años, ha informado a las autoridades que el suyo podría ser un nuevo caso de infección porque no tiene ganas de trabajar y además que se echaría “una siestaca de seis horas”. Una cantidad de tiempo que, según asegura, “no es normal ni para mí”.
“No soy capaz de centrarme en el trabajo y llevo varios días así, pero nadie me escucha”, ha dicho alarmado a la prensa. Diversos compañeros de Antuñón podrían haber empezado a desarrollar sus mismos síntomas, tal y como han asegurado varios de ellos levantando la vista del periódico que estaban leyendo.
“Estoy malo seguro porque tampoco tengo hambre”, ha declarado Antuñón después de tomarse dos horas para desayunar. “La tortilla de patatas y las tostas con tomate me las he comido con desgana”, precisa.
“Que me ingresen en una cama y con plásticos cómodos para que nadie me moleste, eso es lo que necesito yo y España”, ha asegurado a la prensa.
El Gobierno ya ha advertido que no tolerará que más trabajadores de la Administración se infecten con el ébola “con la intención de pillarse luego unas vacaciones” o “una baja médica indefinida”. Se desoirá, pues, cualquier solicitud de baja y se obligará a los presuntos infectados a permanecer en sus puestos de trabajo. «Si no, la gente se va a aprovechar y el asunto se nos va a ir de las manos», ha declarado un portavoz de Sanidad.
Al cierre de la edición, Antuñón ha declarado también que «quizá» sería necesario sacrificar a su suegra «porque seguro que le he contagiado el ébola y es mejor no correr riesgos”.
