Como cada año, numerosas especies de peces españoles vuelven al Tajo tras varias semanas de descanso, nadando de nuevo en las aguas de la rutina y provocando alguna que otra retención en su incorporación gradual a la corriente del día a día. Aunque no ha habido grandes altercados, quince anguilas se han enredado esta mañana a la altura de Monfragüe al amontonarse en la orilla del río, obligando a las autoridades a intervenir. Como es habitual, varios salmones han sufrido el estrés de la vuelta al trabajo adoptando comportamientos suicidas, como nadar contra corriente con el fin de estrellarse y perecer.
El Centro Acuático de Tratamiento de la Ansiedad y el Estrés (CATAES) advierte de que un «porcentaje elevado» de la fauna del Tajo puede sufrir síntomas de tristeza, pérdida de ilusión, nostalgia e incluso depresión. «Es frecuente que se detecten episodios de ansiedad e incertidumbre al sentir que, tras la euforia vacacional, todo va hacia abajo. La ruptura de parejas de truchas durante el verano obliga a muchos de estos peces a incorporarse al Tajo sin el apoyo emocional de un compañero», explica la bióloga Marisa Bris. Asimismo, no son pocos los especímenes que se ven obligados a aguantar algún que otro besugo a su llegada al mar, poniendo a prueba su paciencia.
Renovación de la parrilla en septiembre
El nuevo curso arranca también con una renovación de la parrilla: la lubina, el salmón o el atún siguen siendo los reyes de la cocina a la brasa pero otras especies como el pez espada van haciéndose un hueco poco a poco en este formato, ganándose la confianza de los consumidores. Asimismo, la crisis fomenta la exportación de numerosos ejemplares de peces españoles que buscan suerte en otras regiones de la zona euro, en especial en Alemania.
Se calcula que en la vuelta al Tajo de este año han muerto más de 500 peces en las carreteras y otros 300 no han podido superar el calor y la falta de hidratación.
