La pasada madrugada, Germán Ayuso, de 38 años de edad, fue asaltado en el Paseo de la Castellana de Madrid por un grupo de taxistas que, en señal de protesta, prendió fuego al automóvil con el que la víctima se ganaba la vida como chófer de la empresa Cabify.
«¿Es la temperatura de su agrado?», preguntó Ayuso a sus atacantes siguiendo el protocolo que marca la compañía, añadiendo que en caso de que tuvieran demasiado calor podía comprobar si aún funcionaba el aire acondicionado, o intentar apagar las llamas con el botellín de agua de 20 centilitros que llevaba en la parte trasera, para regalar a los clientes.
Bernabé González, taxista y asaltante, elogió la extrema amabilidad del agredido, aunque reconoce que «tanta exquisitez puede llegar a resultar empalagosa». Otro taxista, que ha preferido permanecer en el anonimato, asegura que es mucho más cómodo atacar un Cabify que cualquier otro vehículo de la competencia. «No tienes que molestarte en esperar a que pase uno para pillarlo al vuelo. Seleccionas el lugar que quieras en el mapa de la aplicación y vienen ellos a ti. Es sencillísimo», explica.
Germán Ayuso ha intentado explicar a sus superiores, sin demasiado éxito, que no pudo llamar al 112 porque estaba ocupado seleccionando en Spotify la música con la que los taxistas deseaban ver su coche arder.
«Repetiría la experiencia sin dudarlo», afirma otro taxista anónimo, que vio con buenos ojos que el conductor del Cabify le permitiese llevarse a casa el botellín de agua. Como muestra de agradecimiento, el taxista se ofreció a acompañar a Ayuso al hospital más cercano, al que llegaron en poco más de cincuenta minutos, tras dar un pequeño rodeo.