A pesar de encontrarse boca abajo con las piernas abiertas haciendo el «spagat», una estríper tuvo que suspender momentáneamente su actuación de la pasada madrugada en un club de las afueras de Madrid cuando un arquitecto entre el público le pidió amablemente que se echara a un lado para poder ver cómo estaba fijada la barra al techo.
Alfredo Garcés, arquitecto de 57 años, se mostró fascinado durante toda la actuación hasta que no pudo contenerse. “Miraba la estructura de la barra con gesto libidinoso, era bastante desagradable”, se sincera uno de los camareros del local. Atraído por lo que más tarde definió como “un diseño muy funcional”, el arquitecto se levantó y llegó incluso a darle un par de palmaditas a la barra, según él “para comprobar lo compacta que era”. Luego, empezó a apoyar su cuerpo en ella para poner a prueba su estabilidad, sacudiéndola, y los clientes empezaron a abuchearle exigiendo que volviera la chica.
“Han aprovechado la columna del muro de carga para poner la barra de estriptis, muy bien pensado, qué ingeniosos, así ahorran mucho espacio”, aseguró impresionado. “El local parece mucho más grande de esta manera”, insistió excitado mientras la bailarina esperaba para poder acabar su trabajo. “La base está tan bien fijada al suelo que me pregunto si también está en el piso de abajo”, añadió de rodillas al pie de la barra ante el malestar generalizado.
Según fuentes cercanas al club, pese a su fascinación con la barra, Alfredo Garcés se marchó muy decepcionado por la falta de luz del local. “Con una buena orientación sur no tendrían que usar tantas luces”, sentenció indignado.