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La Iglesia reduce de 65 a 17 el número de veces que hay que levantarse y sentarse en misa

MUCHAS ANCIANAS ESTABAN DESARROLLANDO PIERNAS DE FUTBOLISTA

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La Iglesia católica ha tomado esta semana la decisión de reducir de 65 a 17 el número de veces que los fieles deben levantarse y sentarse en las misas, atendiendo así a las protestas de numerosos feligreses que denunciaban que las ancianas «estaban desarrollando piernas de futbolista, dotándolas de un aspecto desproporcionado y grotesco».

Un estudio encargado por el propio Vaticano reveló que los fieles quemaban hasta ahora una media de entre 600 y 800 calorías en cada oficio religioso, un ritmo que acababa afectando a las personas de edad avanzada. Según los datos recabados por la Santa Sede, la Misa de los presantificados equivalía hasta ahora a diez sesiones de «spinning», la Misa gregoriana a seis clases de zumba y la Misa del gallo a trece horas seguidas de «trekking».

«Había gente que se llevaba la bicicleta estática a la iglesia para combinar los rezos con el refuerzo de las pantorrillas, los glúteos y los flexores de la cadera, pero la casa de Dios no es un gimnasio», explica el padre Almunia, representante español en el Vaticano. «Era grotesco llegar a la parte del Santo Sacramento con toda la gente sin camiseta, haciendo estiramientos y con el pelo mojado», reconoce.

«Mi mujer llegaba de la misa con la camisa empapada en sudor y con unas piernas que parecía Maradona, estaba totalmente enganchada y se refería al sacerdote usando la palabra ‘monitor'», se queja el esposo de una devota de 66 años.

En algunas iglesias, el pan y el vino ya se habían empezado a sustituir por barritas energéticas y bebidas isotónicas «para que nadie se desmayara», explica Almunia, pero la curia vaticana ha preferido «aflojar el ritmo» porque se estaba perdiendo el clima de recogimiento exigible a cualquier liturgia.

No es la primera vez que la Iglesia modifica partes de una ceremonia religiosa. En el Siglo XIV ya se redujeron de 50 a una las veces que los feligreses debían darse la mano en señal de paz porque a muchas ancianas se les desarrollaba tanto el brazo derecho que acababa alcanzando el doble o el triple de tamaño que el izquierdo.

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