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Julian Assange nos enseña su casa

NUEVE METROS CUADRADOS DE ENSUEÑO EN LA EMBAJADA DE ECUADOR EN LONDRES

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Sencillez. Ésa es la palabra que nos viene a la cabeza cuando Julian Assange nos recibe en su coqueto estudio de la embajada de la República del Ecuador, en Londres. Los nueve metros cuadrados útiles de la estancia son un canto al minimalismo y a la optimización del espacio.

La puerta de entrada, gracias a su mecanismo de bisagras, se convierte en una aliada muy versátil. En su posición de cerrado sirve para aislar la estancia del resto del edificio, pero al abrirse, además de funcionar como sistema de ventilación, hace las veces de biombo o separador de espacios entre la cama y un cuarto de baño magníficamente integrado en el salón. Que a su vez está magníficamente integrado dentro de la propia cama.

«Si tienen la bondad de acompañarme, les mostraré la cocina», anuncia nuestro anfitrión. Precedidos por él, recorremos unos 2,75 metros de loft para llegar al ala oeste de sus aposentos. Allí nos encontramos un pequeño camping gas, muy funcional y suficiente para el tiempo que Assange destina a sus aficiones culinarias. «Lo habitual es que un ecuatoriano llame a mi puerta para entregarme alimentos ya cocinados. Según mis investigaciones, la comunidad internacional lo denomina Just Eat», dice.

Como no podría ser de otra manera, el centro neurálgico de la vivienda de Assange es su ordenador personal. En él pone a secar los calcetines recién lavados, aprovechando el sobrecalentamiento del aparato. Además, con sólo pulsar un botón se despliega una pletina de DVD que resulta muy útil como posavasos. Para Julian la calidad de vida consiste en tomarse un cubalibre disfrutando de unas maravillosas vistas de 1080 x 1920.

Otra de las ventajas del piso de Assange es lo bien comunicado que está. La estación de metro más cercana se encuentra a sólo dos clicks en Google Earth.

No obstante, el activista informático nos confiesa que en ocasiones se siente rematadamente solo. «He colgado en Idealista algunas fotos de ese espacio desaprovechado que tengo debajo de la cama. Quiero subarrendárselo a algún exiliado catalán”, confiesa.

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