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Averigua qué tipo de mujer eres según los piropos que te lanzan los obreros desde el andamio

PUEDE QUE ELLOS TE CONOZCAN MÁS DE LO QUE TE CONOCES A TI MISMA

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Ser es ser percibido. La mirada de los demás configura nuestra propia identidad. Esto, que puede sonar muy sesudo, quiere decir que incluso los piropos que te lanzan los albañiles cuando pasas cerca de un andamio son como un espejo en el que puedes reconocerte a ti misma. Sólo tienes que aprender a interpretarlos. Aquí te ofrecemos una pequeña guía.

1. ¡Niña, con ese cuerpo yo te hacia un traje de saliva!
Aquí el «poeta» señala su interés por tu cuerpo pero sobre todo demuestra una total indiferencia por tu «outfit». Es decir, su piropo transmite la idea de que, con el cuerpo que tienes, podrías sacarte mucho más partido al vestir. Puede que seas una persona demasiado discreta, por no decir sosa, pese a tener muchísimo potencial. El albañil quiere que te pongas las pilas y te lo ha dicho de la forma más suave y diplomática que ha podido. Si te haría un traje de saliva es que el traje que llevas es mejorable.

2. ¡Eso es carne y no lo que le echa mi madre al cocido!
Aquí el «poeta» remite a una escena familiar, el cocido de su madre, que le ha despertado tu presencia. De nuevo, una forma sutil y «polite» de decirte que le recuerdas a su madre o, mejor dicho, a la madre que nunca tuvo, a la calidez de un hogar que le hubiera gustado que fuese el suyo. Estamos hablando de finales de los años cincuenta, principios de los sesenta. Conclusión: vistes como una señora.

3. ¡Lástima que no sea bizco para verte dos veces!
Aquí el «poeta» está hablando de la primera impresión que causas. Las mujeres con personalidad, las que se hacen seguir con la mirada, llenan el escenario con su mera presencia, eclipsando todo lo demás, y luego desaparecen fugazmente dejando su impronta en las retinas de todos. Sin embargo, en tu caso el albañil lamenta que no haya podido verte dos veces porque con la primera vez no ha tenido bastante. Y no ha tenido bastante porque no se ha quedado con tu cara. No llamas la atención. El albañil, a estas alturas, ya no se acuerda de ti.

4. ¡No te lo vas a creer, pero hace treinta segundos yo era maricón!
Aquí el «poeta» hace una confesión muy íntima porque tu presencia le ha inspirado esa confianza. Eres el tipo de mujer empática que, con sólo mirar al otro a los ojos, le transmite la sensación de que está a salvo, pues no será juzgado. El problema es que el albañil sólo te ve como una amiga, como una confidente. Escuchar está bien, pero si quieres algo más que un amigo tendrás que cambiar.

5. (…)
Aquí el «poeta» se ha quedado completamente callado porque probablemente se ha dado cuenta de que eres su hija.

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