Dos días después del referéndum independentista ilegal, el Rey Felipe VI, enfundado en una armadura ensangrentada y luciendo las cabezas de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, se ha dirigido a los españoles acusando a la Generalitat de situarse al margen del derecho y de la democracia y de pretender «quebrar la unidad de España».
Felipe VI se ha referido a las «autoridades catalanas», representadas por los dos políticos decapitados, acusándolas de haber tomado decisiones que «han vulnerado de forma sistemática las normas, demostrando una deslealtad inadmisible a los poderes del Estado, a los que representan en Cataluña. Han socavado la armonía y la convivencia en la sociedad catalana», ha dicho.
Levantando ligeramente los dos «trofeos» para mostrarlos a la cámara, ha acusado a Puigdemont y Junqueras de «deslealtad inadmisible».
Dejando luego las cabezas encima de la mesa, el Rey ha garantizado que la Constitución «prevalecerá sobre cualquier quiebra» de la «convivencia en democracia» y que «los derechos que pertenecen a todos los españoles serán preservados» frente a «quienes se sitúan fuera de la legalidad constitucional y estatutaria».