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Un camarero lleva diez años sirviendo mesas de la terraza del bar de al lado

“LAS BEBIDAS Y LOS PINCHOS SALEN PERO NUNCA LLEGAN A NUESTROS CLIENTES”, LAMENTA EL DUEÑO DEL LOCAL QUE LO CONTRATÓ

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Un camarero lleva diez años sirviendo las mesas de la terraza de un bar situada justo al lado de la del local que le paga las nóminas. El camarero, Severiano Rufián, es un histórico del Bar Hermanos Ramón pero siempre ha trabajado para el Chilling Out Café sin darse cuenta. Las dos terrazas, situadas en una céntrica plaza de Almuñécar, tienen unas sillas y mesas muy similares, dando lugar a confusión.

Asumir el gasto de un trabajador que no genera ningún tipo de beneficio resulta insostenible para el pequeño negocio de los hermanos Ramón, que desde hace meses intentan traspasar el local. “Las bebidas y los pinchos salen pero nunca llegan a nuestros clientes”, lamenta uno de los dueños del bar. La otra cara de la moneda es la del Chilling Out Café, situado justo al lado, que lleva años obteniendo unos ingresos desmesurados con una plantilla reducida. “Servimos una cerveza y facturamos tres”, explica el eufórico gerente Pier Grondona.

“Si fuera empleado mío sería el empleado del mes”, reconoce Grondona. De hecho, el empresario invitó a Severiano a la cena que celebran sus empleados en Navidad, pero Rufián, ajeno a todo, pensó que se habían equivocado al mandarle la invitación.

En el bar Hermanos Ramón nadie duda de que el camarero trabaja “con devoción y fidelidad a la empresa”, aunque el hecho de confundir las dos terrazas lo convierta en un empleado poco efectivo. Algunos clientes, hartos de no ser atendidos, deciden incluso cambiarse a la terraza de la competencia: “Veíamos grupos en la terraza de al lado con tres cervezas cada uno y a nosotros ni nos limpiaba la mesa”, explica uno de estos clientes tránsfugas. “Desde que nos cambiamos de terraza, Severiano no deja de traernos cosas aunque no las hayamos pedido”, apunta.

A día de hoy, Severiano sigue sin aclararse sobre los límites de las dos terrazas. “¿De aquí al bordillo cuál es?”, pregunta confuso. Su caso es más común de lo que parece: el Gobierno calcula que uno de cada tres camareros trabaja en el bar equivocado. “Por eso tardan tanto en traer la cuenta”, explica un portavoz del Ejecutivo.

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