Esta mañana, y tras años viviendo en los genitales de un humano sin la oportunidad de poner el broche a su carrera, un espermatozoide ha conocido su inminente ascenso a persona. “Creo que no estoy preparado”, ha declarado mientras se abría paso entre las palmadas y los vítores de sus compañeros, que se agitaban nerviosamente.
La ceremonia de nombramiento, prevista para este mediodía, se ha suspendido de forma abrupta tras la huída del celebrado que, incapaz de asumir la tarea que le ha sido encomendada, se ha escurrido entre la multitud de gametos.
“Todos mis colegas sueñan con dar el salto pero a mí me gusta vivir a mi manera, por mis cojones”, comentaba el espermatozoide, horas más tarde, mientras admiraba la cavidad testicular que le cobija.
Más tranquilo, y admitiendo finalmente su responsabilidad, la célula se ha paseado por su barriada esta tarde y se ha despedido de sus vecinos para luego asistir a un curso de preparación del parto.
“No tengo ninguna fe en la Humanidad y confío más bien poco en mi proyecto de persona”, reconocía.
“Mis padres siempre me decían que no daba ni para paja. Igual ha llegado el momento de demostrarles que puedo hacer algo grande, como mínimo de un metro ochenta”, se decía a sí mismo mientras preparaba su marcha.
La materialización del ascenso está prevista para esta noche después de una cena romántica en un gastrobar de Barcelona, a la que el esperma acudirá de blanco como establece el protocolo.