Tarzán de los monos no ha abonado en su vida las cuotas de la Seguridad Social, con lo que acumula una deuda de más de cinco millones de euros que deberá renegociar con esa institución para poder ponerse al día en 96 mensualidades.
Apartado por voluntad propia de la civilización, Tarzán no está ni siquiera empadronado y desarrolla su actividad sin estar dado de alta en el régimen de autónomos. «Si vivir en la selva fuera excusa para no pagar impuestos, estaríamos todos allí jugando con los monos», argumenta un portavoz de la Agencia Tributaria.
Vive del cuento
Las irregularidades de este ídolo de la infancia empañan la imagen de un individuo caracterizado desde siempre por su inherente bondad. «Mira qué listo, el Tarzán este. Así también me hago yo el tonto», lamenta un ciudadano que recuerda que Tarzán, aunque vaya de salvaje, es hijo de aristócratas.
Hacienda insiste en que será implacable con las deudas contraídas por los ciudadanos «sea cual sea su modo de vida». Recuerda también que, en 1972, uno de los supervivientes del accidente de avión en Los Andes tuvo que hacer frente a una multa de 670 dólares por no haber renovado el ticket del parking mientras estuvo luchando por su vida comiéndose a sus compañeros.
En estos momentos, Tarzán de los monos se encuentra parapetado en la copa del árbol en la que reside sin pagar el IBI desde 1993.