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Le dan la tarjeta Carrefour y se cree el puto amo

AFIRMA QUE "ESTO NO ME VA A CAMBIAR"

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«Familia, estamos dentro». Así anunciaba ayer Alfonso Ropiel a su mujer e hijos que le habían hecho entrega de la tarjeta Carrefour. Este parado de 53 años, natural de Valencia, considera que, otorgándole esta tarjeta, Carrefour reconoce públicamente «un proyecto personal emprendido hace tiempo y que ahora nos convierte en parte de un sueño al que cada día acuden millones de españoles para llenar de ilusiones el carrito de su existencia». Ropiel aclara que «esto no me va a cambiar» y promete que seguirá haciendo la compra «con responsabilidad y pensando en el bien de todos».

 

Se pasea por el súper como un señor feudal

Augusta, la esposa de Alfonso Ropiel, explica que su marido «busca cualquier excusa para ir al súper, donde pasea con aires de señor feudal, haciendo ver que se le cae la tarjeta al suelo para que todo el mundo vea que la tiene». La mujer cree que «se le ha subido a la cabeza y se pasa un poco cuando habla a los empleados como si fuera el jefe, diciendo ‘Más brío, Paco, que la mercancía nunca duerme’. A veces se pone a gritar en los pasillos cosas como ‘¡Código 11 en la sección B1! ¡Aplicar protocolo ad hoc!’, pero no le grita a nadie y ni siquiera existe la sección B1. Se lo inventa, se nota que necesita formar parte de algo y a mí esto me da pena porque después de la euforia viene el bajón».

Detrás de la actitud de Alfonso, que llamó a sus antiguos compañeros de colegio para restregarles el tema de la tarjeta, su esposa cree que se esconde la frustración de llevar seis meses sin trabajo. «Necesita que sus hijos le vean como alguien importante, por eso el otro día se llevó al pequeño a la sección de lácteos y le dijo ‘Algún día todo esto será tuyo, pero no de golpe, porque te sentaría mal'», argumenta la esposa, que ayer fue obsequiada «con un collar de longanizas que, gracias a la dichosa tarjeta, Alfonso no tendrá que pagar hasta el mes que viene».

Javier Marías rechaza un 2×1 en Telepizza

Lejos de la euforia del parado valenciano, el escritor madrileño Javier Marías, que ayer rechazó el Premio Nacional de Narrativa apelando a la coherencia personal, se ha negado a aceptar una oferta de 2×1 que le ofrecía Telepizza. «Si pido una pizza es porque quiero una pizza y no dos. De querer dos, hubiera pedido dos pizzas. No pienso cambiar de parecer aunque me regalen otra. ¿Por qué? Pues porque las cosas tienen un precio, y pretender que no es así implica entrar en dinámicas de distorsión de la realidad que nos han llevado al delirio». Marías ha llamado también a Movistar «para sugerirles un aumento de mi tarifa de móvil, que se ampara en una oferta de hace tres años que no tiene en cuenta la subida del IPC y, por lo tanto, me parece injusta para la empresa».

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