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Dos vegetarianos adoptan un brócoli

IRÁN A POR EL REPOLLO PARA TENER LA "PAREJITA"

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Mario Bostez e Irene Sancho, naturales de Sevilla, han logrado adoptar un brócoli procedente de Japón. La pareja, vegetariana, ha tenido que lidiar con complejos trámites burocráticos hasta demostrar que puede cuidar del brócoli manteniéndolo en óptimas condiciones. «No queríamos un hijo de carne porque somos vegetarianos. Eso enseguida te hace distinto y levanta suspicacias», reconoce Mario, cansado de que le acusen de quererse comer a su retoño. 

Finalmente, su lucha contra los prejuicios ha dado su fruto y la pequeña Brasicácea ya descansa en su habitación pintada de verde.

«Es mejor adoptarlos cuando son pequeños brotes, es menos traumático para ellos», explica Irene, que quiso que su hija fuera japonesa «porque allí no los valoran y muchas veces los dejan pudrir o los abandonan en contenedores». El calor que hace en Sevilla fue el principal escollo que la pareja tuvo que superar: «Instalamos tres aparatos de aire acondicionado para cumplir todos los requisitos, y aún así costó», dice Mario. También tuvieron que superar varios tests psicotécnicos «y hablaron con gente de nuestro entorno para asegurarse de que nunca habíamos mordido o maltratado un vegetal».

«Perdí mis hongos a los veinte años»

Irene reconoce que la adopción de la pequeña Brasicácea (llamada originalmente Burokkorii) ayudará a cerrar la herida que sufrió cuando, a los veinte años, «perdí a mis hongos biológicos al interrumpirse la candidiasis». Aunque los hongos vaginales suelen prosperar si no se les aplica tratamiento alguno, en su caso desaparecieron «dejando un profundo vacío en mi corazón». Como la pareja no consiguió «que vinieran más hongos», optaron finalmente por la adopción. «Ha costado pero ha salido todo a pedir de boca. Estamos decididos a ir a por el repollo el año que viene», sentencian.

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