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Una abrazaárboles se enamora de un abrazafarolas

AMBOS AMAN ABRAZAR COSAS

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Una página web de citas informó a Alma Fernández -que tiene 28 años y se define como «comprometida con el planeta, sensible, la típica abrazaárboles jejeje, pura esencia»- de que tiene un 93,5% de posibilidades de éxito si accede a salir con Pancho Gutiérrez, de 33, que indicó en su perfil que busca gente «para compartir birras y lo que surja… y luego más birras ¡Soy el típico abrazafarolas sin arreglo! Quizá tú, chica a la que le pierden los casos perdidos, puedas ‘enderezarme'». Al parecer, la explicación de que hayan terminado juntos reside en el algoritmo que utiliza el sitio de citas: busca palabras en común entre personas y ambos han sido catalogados como gente a la que le gusta «abrazar cosas». Quedaron por primera vez la semana pasada y Alma vio en Pancho una causa que defender: «Es como mi liberación particular del Tíbet». 

Pese al entusiasmo de ella por él, los primeros problemas han surgido del rechazo que existe en su entorno. El pasado lunes, Alma presentó a Pancho a sus amigos durante una sesión de Reiki con unos resultados que han sido definidos como «trágicos». Alma y sus compañeros le recomendaron «canalizar energías» y Pancho, siempre con una cerveza en la mano, intentó meter los dedos en un enchufe y, sin conseguirlo, metió la cabeza en el congelador y empezó a golpeársela abriendo y cerrando la puerta, lo que no causó buena impresión. «Hay cientos de obstáculos para llevar a cabo nuestra relación, pero pensamos hacer uso de la resistencia pacífica para sobreponernos a ellos y poder, al fin, consumar el amor que sentimos el uno por el otro», explica Alma. «Amar a Pancho va con mi forma de ser y de sentir y no puedo dejar de aprehender todo aquello que me gusta».

«Supongo que tan solo soy una inconformista nata que vive en una búsqueda constante de sí misma», explica la muy imbécil en su casa del barrio de Gràcia donde comparte piso con Pancho desde ayer. «Las personas inquietas como yo no se conforman con algo concreto, sino que tienen que buscar alimentar esa necesidad. Hay dos caminos en el bosque, y a mí me gusta tomar el menos transitado. Ir de rama en rama, muchas veces sin sentido alguno, pero movida por una fuerte inquietud que me ciega hasta conseguir saciar esa sed. Y mi Pancho es como yo, aunque su sed no es espiritual sino de cerveza, pero es su cultura y hay que respetarlo».

Alma confiesa «no poder esperar» a compartir con Pancho el proceso de la «amorcreación», es decir, tener descendencia. «No puedo esperar a que llegue el momento de dar a luz al fruto de nuestro amor en una tina de agua, de manera natural», dice. Mientras tanto, Pancho está absorto mirando el bucle de los menús del DVD de «Amélie». Luego se levanta, estampa la cabeza contra el televisor y vuelve a sentarse. «Ambos somos alocados, impulsivos… pura esencia», sentencia la chica.

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