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Un niño sorprende a la paloma de la paz «haciéndolo»

LA ESCENA DE SEXO SUCIO HA TRAUMATIZADO AL CRÍO

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Brian Rods, de 8 años de edad, presenció ayer una escena que le ha sumido en un estado de permanente estupefacción. «Estábamos sentados en un banco del parque y se oyeron gemidos guturales detrás de un arbusto. Brian apartó unos matojos y descubrimos a la paloma de la paz copulando con una paloma común, gris y bastante desagradable» explica el padre del niño, descartando que la célebre paloma estuviera siendo forzada: «Mordía con el pico su rama de olivo y gemía de puro placer». Recientemente, Brian había estado trabajando en la escuela la simbología de la paloma de la paz, lo cual contribuyó a que la escena «echara por tierra la imagen que tenía de la paloma, de la paz mundial y, en particular, de sus propios profesores», insiste el padre. 

Por mucho que le hayan explicado que la paloma es un símbolo que en la antigua Grecia se asociaba a Afrodita, diosa del amor, ha sido imposible lograr que la criatura deje de recordar lo sucedido «como un episodio de sexo sucio, muy alejado de lo que a estas edades se les vende como amor puro». Incluso el psicólogo del centro escolar admite que «en estos casos, el impacto de la escena inhabilita cualquier reflexión. Ver a Martin Luther King escupiendo un lapo en una papelera invalidaría cualquiera de sus discursos, por emotivos que fueran».

Mientras el entorno de Brian estudia la manera de reparar el daño causado por el incidente, el crío se muestra «entre cínico y descorazonado». Ha obligado a su hermana pequeña a separar por sexos a sus peluches y muñecos y ha confesado abiertamente que «las palabras son la endeble capa que cubre la barbarie y el abismo al que Dios nos ha arrojado». La inteligencia del niño y su fuerte carácter dificultan los esfuerzos de sus padres: «A los tres años ya nos preguntó cómo conseguían sus hijos las cigüeñas, ocupadas como estaban trayéndonos los nuestros. No es fácil de convencer», dice la madre, que no sabe cómo devolverle al niño la ilusión y la confianza en el futuro. «Si la paloma de la paz es una puta, qué podemos esperar del resto», insiste Brian.

Ahora solo confía en el Capitán América

Tras la decepción de ver a la paloma de la paz «sometida al placer de la carne», el pequeño Brian Rods se refugia en la figura del Capitán América y ha pedido un encuentro con él «para que me ayude a entender cómo demonios podemos confiar en el valor de la decencia en un mundo inundado de engaños y falsos ídolos». El Capitán América no ha contestado aún, hecho que Brian atribuye «a una apretada agenda».

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