Afonso sostiene que se lavó las manos con agua bendita antes de tocar el organillo «y lo hago siempre, no sólo en la iglesia, para prevenir lo de la gripe A». Admite, eso sí, que sería incapaz de controlarse porque sus tocamientos son ya un acto reflejo. «Es un hábito que tengo, pero el hábito no hace al monje», argumenta.
Pese al apoyo de sus familiares, son muchos quienes creen que la actitud de Afonso es inadmisible. «Esta es la casa del Señor, que se vaya con la música a otra parte», exige una de las feligresas.