«Allí no sé yo cómo comportarme y soy extraña. La gente es como distinta y extranjera y una se vuelve turuleta tratando de pasar desapercibida», se queja Antonia. «En mi barrio soy muy ‘salá’ y voy siempre a mil por hora, pero aquí una lo ve todo tan limpio, tan en su sitio, que voy como acobardada y a medio gas».
Antonia no se explica cómo se lo hicieron los chicos para trasladarla a tantos kilómetros de distancia. «Me fueron despistando con sus cuchufletas y me dejaron aquí tirada junto a una tienda de Tous, cuando yo soy más de comprar joyas en los bazares chinos. Y ahí me di cuenta de que algo estaba pasando», explica. Lo que tiene muy claro es que su traslado fue intencional. «Al dejarme allí se fueron riendo y diciendo ‘Esto es como cortarle las alas a una mosca, ahora dará vueltas sin saber muy bien a donde ir'», declara.
No es la primera vez que los jóvenes gastan bromas de este estilo: en una ocasión trasladaron a todos los ancianos de un centro de día a la Bolsa de Barcelona, lo que provocó que marcas como «Tirantes Heidelberg» y «Dentaduras Gómez» cerraran la jornada con récords históricos de cotización.