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LO MEJOR DE LA DÉCADA 2009-2019

11,5 AÑOS DE INFORMACIÓN

Se libra de un coito recordándole a su marido el drama de Irak

LE HIZO VER QUE ESTABA SIENDO FRÍVOLO

«Estuvo pesadísimo toda la noche», comenta Pepa. «Fue especialmente ridículo cuando se fue a duchar y estuvo paseándose en calzoncillos delante de mí durante media hora. Dejó la puerta del baño abierta y no paró de decir ‘Oh, no, espero que no venga alguien a ver cómo me ducho’. Y al salir de la ducha se abría la toalla mientras decía ‘Uuh, uuh’ con voz presuntamente sexy».

La mujer comprendió que su marido no dejaría de hacer comentarios de tipo sexual durante horas, cuando a ella le interesaba disfrutar de la programación televisiva. «Era dramático, aquello sólo podía culminar en un acto sexual, pero cuanto más explícitas eran sus insinuaciones más se alejaba mi mente de aquella escena», explica Pepa.

Juan usaba un tono de voz que todo lo convertía en «sexy», llegando a emplear expresiones como: «¿Quieres ser una polizonte traviesa en mi transatlántico?» o «El vuelo del amor está a punto de despegar, abrochen sus cinturones que habrá turbulencias. En su destino la temperatura está… muy caliente». El hombre añadía intencionalidad «sexy» a frases tan anodinas como «Pásame la sal… ya sabes que a mí todo me gusta con mucha, mucha sal, arghhh».

Una vez en el lecho conyugal, Pepa pensó que su esposo no la dejaría dormir en toda la noche. «Normalmente mueve las caderas, me sopla en la oreja… cosas que él considera irresistibles», declara. «Y entonces se me ocurrió darle la vuelta a la tortilla. Le dije: ‘Es que no me puedo quitar de la cabeza lo de Irak’. También le recriminé su poca conciencia sobre lo que está pasando en general en el mundo».

Arrepentido, Juan se levantó de la cama y empezó a buscar información sobre la situación de inestabilidad que se vive en Irak hoy en día. «Llorando y sin dejar de culparse se afilió a diversas ONG. Luego intentó convencerme para que viajáramos a la zona de conflicto para hacer algún tipo de voluntariado. Se puso pesadísimo», reconoce la mujer. «Total, que al final echamos un polvo para que se callara».

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