El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha presentado esta mañana su informe anual sobre la calidad de la población española, advirtiendo un importante descenso del número de ciudadanos lúcidos y con proyectos de vida enriquecedores, abiertos y dinámicos. Según Irina Pérez, portavoz de la institución, «se ha incrementado el porcentaje de personas sin inquietudes, que van a la suya y no trascienden el interés meramente egoísta e inmediato. El tipo de gente, en definitiva, que ni siquiera entendería esto que acabo de decir».
Los datos que arrojan las encuestas son contundentes: el 49% de los españoles admite que es «una mierda» y otro 30% se conforma «con comer bien, tener curro y follar en plan guay bastante a menudo». Contrariando algunos enfoques sociológicos, los españoles con formación universitaria también presentan, en un 67%, actitudes mezquinas y carencias afectivas graves. El informe concluye, con todo, que la mitad de los españoles está por debajo de la media y no cumple las expectativas.
Según Irina Pérez, «la otra mitad de los españoles, la que está por encima de la media, cae en un estado de aislamiento y desazón que merma su potencial. Muchos de ellos se pasan la vida buscándose entre sí para establecer relaciones gratificantes, libres de dependencias y temores, pero la tarea es ardua y no siempre exitosa. Se han detectado españoles valiosos y capaces adoptando actitudes idiotas por pura desesperación».
La portavoz explica también que «a pesar de aumentar el número de ejemplares vendidos de libros de Jorge Bucay, el español que está por encima de la media sigue sin entender nada más allá de Forges en los mejores casos, dejando las viñetas de ‘el Roto’ para los expertos en física cuántica».
Aunque el informe no sugiere vías para encauzar la situación, sí recomienda tomar medidas concretas para evitar que España pierda de forma irremediable su competitividad, que ha descendido a niveles del gótico tardío. Ya en 2003, una comisión de expertos propuso retirar la nacionalidad española a individuos que no dieran la talla como personas, pero la idea no llegó a cristalizar porque su concreción dependía de individuos que no daban la talla como personas.
